lunes, 27 de junio de 2016

Giving Smiles Live: Del viaje de ida y vuelta a Tesaloniki.

Llevamos 6 días en Ioannina y por fin llegó el día en el que el primer turno empezaría llenar la casa de Pangea.

Emoción y nervios. Nueva gente y mi primer viaje sola por un país que no es el mío.

Salí un poco justa (tarde…) pensando en un viaje Burgos-Madrid (2h 30’). Llevaba algo de cena pensando en que estaríamos de vuelta a las 11 de la noche.

Preparo el GPS, encajo el móvil entre el salpicadero y la luna delantera, lleno el depósito y salgo chospando al aeropuerto.

Autovía, muy bien. Un paisaje precioooooooooso… Lastima que hubiera un millón de túneles. Apago el GPS que parece que ya es todo recto.

Peaje. Vaya… Pues no era autovía, era autopista. 2,40€.

Seguimos. ¡Otro peaje! 2,40€.

Al rato, Tesalónica ya aparece en los carteles; genial.

Y cuando ya creía que me quedaban 15 minutos de camino, paro en un área de descanso a poner el GPS otra vez y, cuál fue mi sorpresa cuando me dice que llegaré a mi destino en 45 minutos!!

Bueno, pues se lo cuento a los voluntarios por wasap y marcho.

Peaje. 1,20€!! Encontraré más??

Por fin llego al aeropuerto… ¡¡3 horas y pico de camino!!

Me dirijo a las “llegadas”, paro como puedo en doble fila, dejando pasar… A punto de enviar un “wasap” a alguno de ellos, un chico que no conozco aparece en la ventanilla del copiloto y automáticamente doy por hecho que son ellos.

Presentaciones rápidas, mochilas a la furgo, un toque de sirena de ambulancia y ¡¡todos a bordo rumbo a Ioannina!!

Conversaciones variadas, puestas al día del trabajo en el campo…

Una paradita a cenar, 30 minutos y a correr.

Seguimos charlando animadamente y poco a poco, la aguja indicadora del nivel de combustible va
bajando alarmantemente. Descubro entonces que en las autopistas de Grecia no hay tantas gasolineras como en España, pero ¡¡no es el mejor momento para enterarse!! Echo cálculos en mi cabeza… ¿llegaremos? Ahí, ahí… Se lo voy comentando al pasaje: risas, ayayay…!!

Llegamos al último peaje y pregunto por gasolineras y la respuesta fue: “Next in Ioannina, 50 Km”. Y yo le dije: “Really?”. Contestó: “Yes”. Repetí con una mezcla de incredulidad y desesperanza: “Really?”. Y asintiendo, la chica me cerró la ventanilla en las narices.

Pues hale, como la esperanza es lo último que se pierde, arrancamos y activamos el modo “ahorrar gasolina”. El aire acondicionado lo habíamos quitado hacía rato. Ahora ya, cerramos las ventanillas.
Menos mal que lo que quedaba era casi todo bajada…

Así que… Punto muerto hasta llegar a 120 Km/h ante la incredulidad de Álvaro.

Eso sí, la sensación que Gato tenía era un poco diferente. Le teníamos un poco estresado aunque no éramos conscientes de ello. Él iba atrás del todo y sólo oía el ruido del motor y cuando yo ponía punto muerto, su pensamiento era: “Ya está. Se acabó. Nos toca empujar”.

Pasamos un ratillo en un silencio tenso esperando ver el lago de Ioannina después del siguiente túnel.

¡Por favor! ¡Parece que nunca llega!

Hasta que por fin… ¡¡Apareció!! Y poco a poco, entre los 20 y 40 Km/h con marchas largas, llegamos a nuestra casa. ¿La calle? Olimpionikon, ¡¡Campeones Olímpicos!! Nunca más apropiado.

Y así fue cómo conocí al primer equipo de voluntarios del proyecto Giving Smiles: Diego, Gato, María, Clara, Álvaro, Tono y Aylín (a los dos últimos ya los conocía de antes).

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